Por lo general, casi en cualquier asunto de índole moral, criticamos y reprobamos sin enfrentar nuestras incompatibilidades. Un ejemplo que todos los años se repite es el de la tauromaquia. Sé perfectamente que el argumento puede, y suele, ser usado a favor de la tauromaquia como una forma de señalar que, si tú puedes hacer sufrir animales sin prohibiciones, referido a aquellos antitaurinos que siguen una dieta omnívora, nosotros también. Sin embargo, más allá de esta falacia soterrada, existe una duda de peso más profunda: ¿cuál es, en esencia, la diferencia entre alimentarse de un animal o usarlo como herramienta en un deporte o en un arte cruel?