Groucho y yo es una novela autobiográfica escrita (creánlo o no) por el cómico norteamericano Groucho Marx en 1959. En ella narra con su ingenio habitual diferentes aspectos de su vida, haciendo un recorrido por su infancia, su adolescencia, y centrándose luego en sus primeras actuaciones para terminar contando algunas anécdotas personales en las que se permean algunas de sus manías.
Este fragmento pertenece al capítulo XIX Hollywood íntimo:
(...) La carta de la que había empezado a hablarte procedía del departamente jurídico de los hermanos Warner. Estaban muy enfadados. A lo que parece, nosotros íbamos a empezar una película llamada Una noche en Casablanca. Cinco años antes la Warner había producido una película con humphrey Bogart e Ingrid Bergman, llamada sencillamente Casablanca, y nos amenazaban con un proceso si insistíamos en utilizar un título que ellos afirmaban que se parecía demasiado al original.
Groucho Marx |
Este fragmento pertenece al capítulo XIX Hollywood íntimo:
(...) La carta de la que había empezado a hablarte procedía del departamente jurídico de los hermanos Warner. Estaban muy enfadados. A lo que parece, nosotros íbamos a empezar una película llamada Una noche en Casablanca. Cinco años antes la Warner había producido una película con humphrey Bogart e Ingrid Bergman, llamada sencillamente Casablanca, y nos amenazaban con un proceso si insistíamos en utilizar un título que ellos afirmaban que se parecía demasiado al original.
Como mi abogado no estaba en la ciudad (se encontraban jugando al chemin de fer en la Costa Azul) les escribí la siguiente carta.
«Queridos hermanos Marx:
Aparentemente, hay más de una manera de conquistar una ciudad y de conservarla en propiedad. Por ejemplo, hasta el momento en que nos dispusimos a hacer esta película, no tenía ni idea de que la ciudad de Casablanca perteneciese en exclusiva a los hermanos Warner. Sin embargo, sólo pocos días después de hacer público nuestro proyecto, hemos recibido vuestro largo y amenazador documento legal, advirtiéndonos que no usemos el nombre de Casablanca. Por lo visto, en 1471, Ferdinand Balboa Warner, vuestro tatarabuelo, mientras buscaba un atajo para ir a Burbank, fue a parar a las costas de África y, alzando su bastón de alpinista (que más tarde trocó por cien acciones de la compañía), las llamó Casablanca.
No acabo de comprender vuestra actitud. Incluso aunque proyectéis reestrenar vuestra película, estoy seguro de que el espectador vulgar tendrá tiempo suficiente para aprender a distinguir a Ingrid Bergman de Harpo. Yo no sé si podría, pero desde luego me gustaría intentarlo.
Afirmáis que poseéis Casablanca y que nadie más puede utilizar ese nombre sin vuestro permiso. ¿Qué me decís también de "Hermanos Warner"?. ¿ También lo tenéis en exclusiva?. Probablemente, tenéis derecho a utilizar el nombre de Warner, pero, ¿y el de Hermanos?. Profesionalmente, nosotros éramos Hermanos mucho antes que vosotros. Realizábamos giras como Los Hermanos Marx cuando la Vitaphone no era más que un sueño en la mente del inventor, e incluso antes que nosotros ha habido otros Hermanos: los Hermanos Smith; los Hermanos Karamazov; y el "Hermano, ¿puede darme una perra gorda?". Originalmente se decía: "Hermanos, ¿pueden darme una perra gorda?", pero esto representaba repartir demasiado una perra gorda, de modo que prescindieron de un hermano, dieron todo el dinero al otro y lo redujeron a "Hermano, ¿puede darme una perra gorda?".
Y ahora, Jack, pasemos a tu caso concreto. ¿Sostienes que el tuyo es un nombre original?. Bueno, pues no lo es. Fue utilizado mucho antes de que nacieses. Así, de repente, me vienen a la memoria dos Jack´s; existía el Jack de "Jack Matagigantes", y "Jack el Destripador", que en su época cortó unas cuantas figuras.
En cuanto a ti, Harry, probablemente firmarás tus cheques convencido de que eres el primer Harry de todos los tiempos y que los demás Harry´s son unos impostores. Se me ocurren dos Harry´s que te precedieron. Existieron Lighthorse Harry, de fama revolucionaria, y un tal Harry Appelbaum que vivía en la esquina de la calle Noventa y Tres con Lexington Avenue. Por desdicha, Appelbaum no era demasiado famoso. Las últimas noticias que tuve de él fueron que estaba vendiendo corbatas en los almacenes Weber.
Y ahora pasemos al estudio de Burbank. Creo que así es como llamáis a vuestro feudo. El viejo Burbank ha muerto. Tal vez lo recordéis. Era un gran hombre en un jardín. Su esposa decía a menudo que Luther tenía diez dedos verdes. Debió de ser una mujer muy lista. Burbank fue el mago que entrecruzó esos frutos y vegetales hasta que consiguió que las pobres plantas estuviesen tan confundidas que nunca podían decidir si debían de entrar en el comedor en la fuente de la carne o en la bandeja de los postres.
Eso no son más que conjeturas, desde luego, pero quién sabe... tal vez los descendientes de Burbank no se sientan demasiado dichosos ante el hecho de que una fábrica de películas se haya instalado en su ciudad, se haya apropiado del nombre de Burbank y lo utilice en las portadas de sus películas. Incluso es posible que la familia Burbank se sienta más orgullosa de la patata producida por el viejo que del hecho de que de esos estudios hayan surgido películas como Casablanca o Vampiresas (1931). Tal vez todo esto os parezca una parrafada muy amarga, pero os aseguro que no es éste mi propósito. Quiero a los Warner. Algunos de mis mejores amigos son Hermanos Warner.
Incluso es posible que cometa con vosotros una injusticia y que vosotros, personalmente, no sepáis nada de esta actitud absurda. No me sorprendería en absoluto descubrir que los jefes de vuestro departamento jurídico ignoran esta disputa descabellada, porque conozco a muchos de ellos y son tipos muy agradables, con el cabello negro y rizado, con las americanas cruzadas y con un amor por sus semejantes que supera al del propio Saroyan.
Me da en la nariz que este intento de impedirnos la utilización del título ha sido idea de algún picapleitos tonto que realiza su aprendizaje en vuestro departamento jurídico. Conozco bien el tipo, recién salido de la Universidad, ávido de éxitos y demasiado ambicioso para seguir las leyes naturales del ascenso. Ese individuo siniestro engatusó probablemente a sus jefes, la mayoría de los cuales son tipos muy agradables con el cabello negro y rizado, con las americanas cruzadas, etc..., para que trataran de atemorizarnos. Bueno, ¡no se saldrá con la suya!. Apelaremos ante el Tribunal Supremo. Ningún aventurero jurídico creará discordias entre los Warner y los Marx. Todos somos hermanos y seguiremos siendo amigos hasta que el último rollo de Una Noche en Casablanca acabe de enroscarse en la bobina.
Sinceramente, Groucho Marx».
Por alguna razón curiosa, esta carta pareció intrigar a los hermanos Warner. Me escribieron muy seriamente preguntándome si les podía dar una idea del argumento de nuestra película. Les parecía que el asunto podía arreglarse. Les contesté lo siguiente.
«Queridos Warners:
No puedo deciros gran cosa del argumento. Yo caracterizo a un ministro del Señor que predica a los nativos y, por añadidura, vende abrelatas y chaquetones de marinero a los salvajes de la Costa de Oro africana.
Cuando encuentro a Chico, éste trabaja en un garito, vendiendo esponjas a los beodos que no pueden llevarse todo el alcohol. Harpo es un pilluelo árabe que vive en una pequeña urna griega en las afueras de la ciudad.
Al empezar la película, Porridge, una muchacha nativa de labios sensuales, está afilando unas flechas para ir a cazar. Paul Hangover, nuestro héroe, está encendiendo continuamente dos cigarrillos a la vez. Por lo visto no se ha enterado de la escasez de tabaco.
Hay muchas escenas espectaculares y de pasiones brutales, y color, un botones abisinio dirige Riot. Riot, por si no habéis estado nunca allí, es un pequeño club nocturno en las afueras de la ciudad.
Podría contaros muchas más cosas, pero no quiero que perdáis interés por la película. Todo ha recibido la aprobación de la oficina de censura, de la revista del ama de casa y de los veteranos de África, y, si el momento es propicio, esta película puede ser la chispa que inicie un nuevo desastre mundial.
Cordialmente, Groucho Marx».
En lugar de convencerlos, esta nota pareció intrigarles aún más, porque volvieron a escribirme que seguían sin comprender el argumento y que me agradecerían que se lo explicara con mayor detalle. Como es lógico, correspondí con una explicación de la película mucho más clara.
«Queridos hermanos:
Lamento deciros que, desde que os escribí, se han producido ciertos cambios en el argumento de nuestra película Una noche en Casablanca. En la nueva versión caracterizo a Bordello, en el enamorado de Humphrey Bogart. Harpo y Chico son dos vendedores ambulantes de alfombras, deseosos de abandonar su mercancía y de ingresar en un monasterio para celebrar una juerga. Esto constituye una broma estupenda, porque en ese lugar llevan quince años sin celebrar juergas.
Frente al monasterio, junto al mar, existe un hotel lleno de atractivas damitas, la mayoría de las cuales nos han sido prohibidas por la oficina de censura. En el quinto rollo, Gladstone pronuncia un discurso que llena de entusiasmo a la Cámara de Comunes, y el rey pide inmediatamente su dimisión. Harpo se queda con un detective del hotel; Chico posee una granja de avestruces. La chica de Humphrey Bogart, Bordello, pasa sus últimos años en casa de la Bacall.
Como podréis ver, es un argumento algo chapucero. Lo único que puede salvarnos de la extinción es que continúe la escasez de películas.
Cariñosamente, Groucho Marx».
Por fin lo conseguí. Por extraño que parezca, nunca más tuve noticias de los hermanos Warner. Más tarde me enteré de que dos de ellos se habían ido a la Costa Azul, a reunirse con mi abogado en la mesa del chemin de fer.
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