viernes, 6 de marzo de 2015

Fragmento: La muerte (Arthur Schopenhauer)

La muerte es un texto perteneciente al recopilatorio de pequeños ensayos escritos por el filósofo alemán Arthur Schopenhauer, El amor, las mujeres y la muerte. En el libro el pensador alemán hace gala de su ironía maliciosa para desenmascarar diversos procesos naturales desde su filosofía pesimista, siempre con una prosa clara, directa y perfectamente transparente por momentos lúdica, lírica y afilada no recomendable para espíritus de una sensibilidad exacerbada ni para optimistas remilgados.


retrato de schopenhauer
Arthur Schopenhauer
«La muerte:

(...) La muerte es el desate doloroso del nudo formado por la generación con voluptuosidad. Es la destrucción violenta del error fundamental de nuestro ser, el gran desengaño.

La individualidad de la mayoría de los hombres es tan miserable y tan insignificante que nada pierden con la muerte. Lo que en ellos puede aún tener algún valor, es decir, los rasgos generales de humanidad, eso subsiste en los demás hombres. A la humanidad y no al individuo es a quien se le puede asegurar la duración.

Si le concediesen al hombre una vida eterna, la rigidez inmutable de su carácter y los estrechos límites de su inteligencia le parecerían a la larga tan monótonos y le inspirarían un disgusto tan grande que, para verse libre de ellos, concluiría por preferir la nada.

Exigir la inmortalidad del individuo es querer perpetuar un error hasta el infinito. En el fondo, toda individualidad es un error especial, una equivocación, algo que no debiera existir, y el verdadero objetivo de la vida es librarnos de él.

Prueba de ello es que la mayoría de los hombres, por no decir todos, están constituidos de tal suerte que no podrían ser felices en ningún mundo donde sueñan verse colocados. Si ese mundo estuviera exento de miseria y de pena, se verían presa del tedio, y en la medida en que pudieran escapar de éste volverían a caer en las miserias, los tormentos, los sufrimientos.

Así pues, para conducir al hombre a un estado mejor, no bastaría ponerle en un mundo mejor, sino que sería preciso de toda necesidad transformarlo totalmente, hacer de modo que no sea lo que es y que llegara a ser lo que no es. Por tanto, necesariamente tiene que dejar de ser lo que es. Esta condición previa la realiza la muerte, y desde este punto de vista, concíbese su necesidad moral.

Ser colocado en otro mundo y cambiar totalmente su ser, son en el fondo una sola y misma cosa.

Una vez que la muerte ha puesto término a una conciencia individual, ¿sería deseable que esta misma conciencia se concediese de nuevo para durar una eternidad? ¿Qué contiene la mayor parte de las veces? Nada más que un torrente de ideas pobres, estrechas, terrenales y cuidados sin cuento. Dejadla, pues, descansar en paz para siempre.

Parece que la conclusión de toda actividad vital es un maravilloso alivio para la fuerza que la mantiene. Esto explica tal vez la expresión de dulce serenidad difundida en el rostro de la mayoría de los muertos.

¡Cuan larga es la noche del tiempo ilimitado si se compara con el breve ensueño de la vida!»

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