miércoles, 11 de mayo de 2016

Fragmento: El mito de Sisifo (Albert Camus)

El mito de Sisifo en un ensayo filosófico escrito por el autor francés ganador del premio Nobel de las letras Albert Camus en 1942. El título se debe al personaje Sisifo perteneciente a la mitología griega, conocido por el castigo que le impusieron los dioses: cargar con una piedra hasta la cima de una montaña, sólo para que un vez logrado su objetivo, esta ruede hacia abajo y deba de nuevo retomar el proceso una y otra vez durante toda la eternidad. Albert Camus usa esta figura simbólica como ejemplo paradigmático del absurdo de la vida, cuya única salida razonable sería el suicido, tema del que se discute en este ensayo.

Albert Camus
 El siguiente fragmento está sacado de dicho ensayo:

«He aquí también unos árboles cuya rugosidad conozco, un agua que saboreo. Estos perfumes de hierba y de estrellas, la noche, ciertas tardes en las que el corazón se dilata, ¿cómo iba a negar yo este mundo cuya potencia y cuyas fuerzas experimento? Y sin embargo toda la ciencia de esta tierra no me dará nada que me garantice que este mundo es mío. Me lo describís y me enseñáis a clasificarlo. Enumeráis sus leyes y, en mi sed de saber, admito que son ciertas. Desmontáis su mecanismo y mi esperanza aumenta. En último término, me enseñáis que este universo prestigioso y abigarrado se reduce al átomo y que el átomo mismo se reduce al electrón. Todo eso está bien y espero que continuéis. Pero me habláis de un invisible sistema planetario donde los electrones gravitan en torno a un núcleo. Me explicáis ese mundo con una imagen. Reconozco entonces que habéis ido a parar a la poesía: nunca conoceré. ¿Me da tiempo a indignarme? Ya habéis cambiado de teoría. Así, esta ciencia que debía enseñármelo todo termina en hipótesis, esta lucidez se sume en la metáfora, esta incertidumbre se resuelve en obra de arte. ¿Qué necesidad tenía yo de tantos esfuerzos? Las suaves líneas de estas colinas y la mano de la tarde sobre este corazón agitado me enseñan mucho más. He vuelto al principio. Comprendo que aun cuando pueda, a través de la ciencia, captar los fenómenos y enumerarlos, no por ello puedo aprehender el mundo. Aunque hubiera seguido con el dedo todo su relieve, no sabría más que ahora. Y vosotros me dais a escoger entre una descripción que es cierta, aunque no me enseña nada, y unas hipótesis que pretenden enseñarme, pero que no son ciertas. Extraño a mí mismo y a este mundo, armado por todo bagaje con un pensamiento que se niega a sí mismo en cuanto afirma, ¿cuál es esta condición en la que sólo puedo alcanzar la paz negándome a saber y a vivir, en la que el apetito de conquista tropieza con unos muros que desafíen sus asaltos? Querer es suscitar paradojas. Todo está ordenado para que nazca esa paz emponzoñada que dan la indiferencia, el sueño del corazón o los renunciamientos mortales».


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