sábado, 10 de diciembre de 2016

20 aforismos de François de La Rochefoucauld

Máximas: reflexiones o sentencias y máximas morales es una colección de sentencias o aforismos escritas por el moralista francés François de la Rochefoucauld, nacido en 1613 en París y muerto en 1680. En estos aforismos, la Rochefoucauld desvela maliciosa pero limpiamente algunos de los más nefandos defectos e hipocresías del alma humana, así como realiza una crítica de la filosofía, la religión o la política.  Otros moralistas y excelentes aforistas franceses han sido: Jean de la Bruyére, el Marqués de Vauvenargues, Nicolás Chamfort o Jean de La Fontaine.

François de La Rochefoucauld
Aquí los 20 aforismos enumerados idénticamente al libro:
 

15. La clemencia de los príncipes a menudo no es más que política para ganarse el afecto de los pueblos.

22. La filosofía triunfa fácilmente de los males pasados y de los males por venir, pero los males presentes triunfan sobre ella.

31. Si no tuviéramos defectos no sentiríamos tanto placer descubriendo los de los demás.

48. La felicidad estriba en nuestro placer y no en las cosas; somos felices por poseer lo que amamos, y no por poseer lo que los demás juzgan deseable.

93. Los viejos gustan de dar buenos consejos para consolarse de no estar ya en condiciones de dar malos ejemplos.

95. La prueba de un mérito extraordinario está en ver que aquellos que más lo envidian se ven obligados a elogiarlo.

106. Para conocer bien las cosas hay que conocer sus pormenores, y como éstos son casi infinitos, nuestro saber es siempre superficial e imperfecto.

117. La más sutil de todas las argucias es saber fingir bien que caemos en las trampas que nos tienden, y nunca es más fácil engañarnos que cuando estamos pensando en engañar a los demás.

149. Rechazar elogios es un deseo de ser elogiados dos veces.

216. El valor completo consiste en hacer sin testigos lo que uno sería capaz de hacer ante todo el mundo.

230. Nada más contagioso que el ejemplo, y nunca podemos hacer ni grandes bienes ni grandes males que no engendren otros parecidos. Imitamos las buenas acciones por emulación, y las malas por la malignidad de nuestra naturaleza, que la vergüenza retenía prisionera, y que el ejemplo pone en libertad.

237. Nadie merece ser elogiado por su bondad si no tiene la energía necesaria para ser malo; cualquier otra bondad no es a menudo más que pereza o impotencia de la voluntad.

238. A la mayoría de los hombres es menos peligroso hacerles el mal que hacerles demasiado bien.

320. Elogiar en los príncipes las virtudes que no tienen es injuriarlos impunemente.

347. Las únicas personas que nos parecen sensatas son las que opinan como nosotros.

428. Nada más fácil que perdonar a nuestros amigos los defectos que no nos conciernen.

436. Es más fácil conocer al hombre en general que conocer a un hombre en particular.

451. No hay necios más incómodos que los que tienen ingenio.

462. El mismo orgullo que nos hace reprobar los defectos de los cuales nos creemos libres, nos empuja a desdeñar las virtudes de que carecemos.

596. La modestia, que parece rechazar los elogios, en el fondo no es más que un deseo de que nos elogien de un modo más sutil.

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