sábado, 22 de diciembre de 2018

La sociedad del espectáculo (Guy Debord)

La sociedad del espectáculo es un ensayo filosófico en clave marxista del intelectual francés Guy Debord, nacido en París en 1931 y fallecido el 30 de noviembre de 1994. Debord fundó asimismo la revista Internacional Situacionista, a la que pertenecieron, entre otros, los filósofos Raoul Vaneigem y Eduardo Rothe. Las tesis de La sociedad del espectáculo se deben encuadrar, como se ha dicho, entre la filosofía crítica marxista, dada la exploración de conceptos tales como enajenación, fetichismo de la mercancía o reificación que Debord lleva a cabo para extraer sus conclusiones.
 
Guy Debord
«157
Como un lado más de la deficiencia de la vida histórica general, la vida individual no tiene aún historia. Los pseudo acontecimientos que se presentan en la dramatización espectacular no han sido vividos por aquellos a quienes se informa de ellos; y además se pierden en la inflación de su reemplazo precipitado, a cada pulsación de la maquinaria espectacular. Por otra parte, aquello que ha sido realmente vivido permanece sin relación con el tiempo irreversible oficial de la sociedad, y en oposición directa al ritmo seudocíclico del subproducto consumible de este tiempo. Esta vivencia individual de la vida cotidiana separada queda sin lenguaje, sin concepto, sin acceso crítico a su propio pasado que no está consignado en ninguna parte. No se comunica. Es incomprendida y olvidada en beneficio de la falsa memoria espectacular de lo no-memorable.
 
158
El espectáculo, como organización social presente de la parálisis de la historia y de la memoria, del abandono de la historia que se erige sobre la base del tiempo histórico, es la falsa conciencia del tiempo.
 
159
Para llevar a los trabajadores al status de productores y consumidores “libres” del tiempo-mercancía, la condición preliminar fue la expropiación violenta de su tiempo. El retorno espectacular del tiempo no ha llegado a ser posible sino a partir de este primer despojo del productor.
 
160
La parte biológica irreductible que permanece presente en el trabajo, tanto en la dependencia a lo cíclico natural en la vigilia y el sueño como en la evidencia del tiempo irreversible individual de una vida, aparece como simplemente accesoria frente a la producción moderna; y como tales estos elementos son desdeñados en las proclamaciones oficiales del movimiento de la producción, y de los trofeos consumibles que son la traducción accesible de esta incesante victoria. Inmovilizada en el centro falsificado del movimiento de su mundo, la conciencia espectadora no conoce más en su vida un paso hacia su realización y hacia su muerte. Quien ha renunciado a gastar su vida no puede más reconocer su muerte. La publicidad de los seguros de vida insinúa solamente que tal es culpable de morir sin haber asegurado la regulación del sistema luego de esta pérdida económica; y aquella del american way of death insiste sobre la capacidad de mantener en este encuentro con la muerte la mayor parte de las apariencias de la vida. En todo el resto del frente de los bombardeos publicitarios, está completamente prohibido envejecer. Se trataría de cuidar, en cada uno, un “capital juventud” que, por no haber sido más que mediocremente empleado, no puede sin embargo pretender adquirir la realidad durable y acumulativa del capital financiero. Esta ausencia social de la muerte es idéntica a la ausencia social de la vida.
 
161
El tiempo es la alienación necesaria, como lo enseñaba Hegel, el elemento en el que el sujeto se realiza perdiéndose, deviene otro para llegar a ser la verdad de sí mismo. Pero su contrario es justamente la alienación dominante, que es padecida por el productor de un presente extranjero. En esta alienación espacial, la sociedad que separa de raíz al individuo de la actividad que ella le roba, lo separa primero de su propio tiempo. La alienación social superable es justamente aquella que ha prohibido y petrificado las posibilidades y los riesgos de la alienación viviente en el tiempo.
 
162
Bajo las modas aparentes que se anulan y se recomponen a la superficie fútil del tiempo pseudo cíclico contemplado, el gran estilo de la época se encuentra siempre en lo que está orientado por la necesidad evidente y secreta de la revolución.
 
163
La base natural del tiempo, el dato sensible del paso del tiempo, deviene humana y social al existir para el hombre. Es el estado limitado de la práctica humana, el trabajo a diferentes niveles, que hasta ahora ha humanizado, y también deshumanizado, el tiempo, como tiempo cíclico y tiempo separado irreversible de la producción económica. El proyecto revolucionario de una sociedad sin clases, de una vida histórica generalizada, es el proyecto de un deterioración de la medida social del tiempo, en beneficio de un modelo lúdico de tiempo irreversible de los individuos y de los grupos, modelo en el cual están simultáneamente presentes tiempos independientes federados. Es el programa de una realización total, en el elemento del tiempo, del comunismo que suprime “todo aquello que existe independientemente de los individuos”.
 
164
El mundo posee ya el sueño de un tiempo del cual debe ahora poseer la conciencia para vivirlo realmente».

No hay comentarios:

Publicar un comentario