martes, 29 de enero de 2019

Fragmento: La peste religiosa (Johann Most)

Johann Most fue un militante anarquista alemán, periodista y alborotador terrorista nacido el 5 de febrero de 1846. Most fue teórico de la propaganda por el hecho, un militante radical que suscitaba muchas incomodidades por la brutalidad de sus expresiones y sus políticas.  Sus escritos más conocidos, junto a éste que les presentamos, fueron "Capital y trabajo", obra resumen de la obra de Marx "El capital" que éste y Engels corrigieron aunque ambos quedaron insatisfechos del trabajo, y "La bestia de la propiedad".  Al final de su vida, Most abandonó la política y se dedicó a la elaboración de tácticas terroristas. Johann Most falleció el 17 de marzo de 1906 de erisipela en Ohio, Estados Unidos.
 
Fotografía del anarquista Johann Most cuando apenas tendría unos treinta años.
Johann Most
 
A continuación, les ofrecemos un fragmento de su belicoso texto anti-religioso titulado "La peste religiosa" que pueden encontrar íntegro aquí
 

 
«Vencidos los déspotas de todos los países y de todos los tiempos, superados dichos tiranos por escogimiento y duración del castigo, este Dios, pues, es el monstruo más horroroso que uno pueda llegar a figurarse. Su conducta es aún más infame si se tiene en cuenta que en el mundo entero, toda la humanidad, tiene reguladas sus acciones por su divina providencia.
 
En consecuencia, él castiga las acciones de los hombres, de los cuales es el único inspirador. Los tiranos de la tierra de todos los tiempos, tanto pasados como presentes, son buenos y amables comparados con este monstruo. Pero si place a este Dios que alguien viva en su gracia, entonces le castiga antes y después de su muerte, puesto que el paraíso prometido es todavía más infernal que el infierno. No se tiene allá ninguna necesidad, antes al contrario, todos los deseos son satisfechos antes que la necesidad sea sentida.
 
Mas, como no puede haber ninguna satisfacción sin que haya deseo de algo, seguido del cumplimiento de éste, el cielo ha de ser bien monótono e insípido. Se está en el cielo eternamente ocupado en contemplar a Dios; se oyen siempre las mismas melodías tocadas con las mismas arpas; allí se canta continuamente el mismo cántico, que de tanto repetirse ha de hacer el efecto monótono del Mambrú se fue a la guerra. En fin, es la sosería y fastidio llegados al grado máximo. La estancia en una celda aislada, a nuestro modo de ver, sería preferible.
 
Nada de extraño hay en que los ricos y los poderosos se procuren el paraíso en la tierra y, burlándose del cielo digan, como el poeta Heine: Nosotros dejamos el paraíso a los ángeles y a los payasos.
 
Y, sin embargo, son justamente los ricos y los poderosos los que dan mayor brillo a la religión. Seguramente ésta forma parte de su oficio. Al mismo tiempo es una cuestión de vida o muerte para la clase explotadora, la burguesía, que el pueblo sea embrutecido por la religión; su poder aumenta o decrece según aumenta o disminuye la locura religiosa.
 
Cuanto más partidario de la religión es el hombre, más creyente es. Cuanto más cree, menos sabe. Cuanto menos sabe, es más bestia, y cuanto más bestia, más fácilmente se deja gobernar.
Esta lógica fue conocida por los tiranos de todos los tiempos y por eso hicieron alianza con el cura. Algunas divergencias ha habido entre estos enemigos de la libertad del género humano por recabar cada uno para sí la mayor suma del despotismo, pero no ha sido esto obstáculo para que vivieran unidos para embrutecer, oprimir y explotar el linaje humano.
 
Los curas saben perfectamente que su dominio sobre las conciencias se acabaría el día en que no le prestasen ayuda los tiranos y los ricos. Y los ricos y los poderosos no ignoran que su imperio desaparecería el día en que los curas no embruteciesen moral e intelectualmente a las multitudes. Todos los curas indistintamente, no importa la secta a que pertenezcan, han sembrado con feliz éxito en el seno de las masas la idea de que este mundo es un valle de lágrimas, le han infiltrado al mismo tiempo la idea de respetar y someterse a la autoridad, con la expectativa de una vida más feliz en el otro mundo».

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