miércoles, 18 de mayo de 2016

Apología del Atlético de Madrid

Tras la semifinal que enfrentó al Atlético de Madrid con el Bayern de Múnich, la cual el Atlético termino ganando, se sucedieron los ataques al equipo colchonero por su estilo futbolístico. Los ataques vienen sucediéndose desde que el Atlético ganara la liga de hace dos temporadas. No es de extrañar: a un equipo sólo se le ataca cuando gana, mientras que, cuando pierde, a nadie aparte de sus seguidores parece importarle. Y si además se derrota, con este denostado fútbol que a todos parece feo, a uno de los equipos más brillantes de Europa, con más razón crecen los desprecios.

Fotografía del Vicente Calderón estadio del Atlético de Madrid
El Vicente Calderón homenajeando la célebre cita del mítico Luis Aragonés

Lo dijo el futbolista chileno, Arturo Vidal, sin ironía, después del partido de semifinales: «ha ganado el fútbol feo». Y digo bien: sin ironía: porque Vidal formó parte de la plantilla de la Juventus de Turín que perdió la temporada pasada la final contra el Barcelona, una Juventus que practicaba un fútbol semejante al Atlético de Simeone y, por qué no, el jugador del club teutón que mejor encajaría en el sistema del Cholo. De todas formas, no me interesa recordar quién dijo qué ni el pasado de nadie en concreto, sino comprender a qué nos referimos cuando hablamos de fútbol feo o criticamos el fútbol defensivo. Y si cito las palabras de Vidal es para mostrar una hipocresía que tiende a ser habitual. De eso hablaremos en el siguiente párrafo.
 
Los ricos históricos siempre tiene buenas razones para denostar los medios por los cuales han logrado un gran dinero los nuevos ricos, esto es, que al grande siempre le va a incomodar que el pequeño crezca a su altura. Por esta razón el capitalismo sin restricciones tiende naturalmente hacia el monopolio, siendo ingenuo pensar que nadie quiera una competencia sana cuando se trata de minar sus beneficios. Quizá a esta verdad tanto social como psicológica se deba que los ataques al fútbol del Atlético se acrecienten por estas fechas en que puede birlarle la competición más importante del año a un gigante como es el Real Madrid, después de tumbar a los otros dos gigantes de esta misma competición y competir hasta el final en todos los otros torneos relevantes. En cualquier caso, se escuchan críticas incluso de madridistas que defendían la etapa de Mourinho en el club blanco, cuando Mourinho, con más medios, logró menos cosas. El fútbol defensivo, podríamos decir, pero no sólo defensivo (intenso, astuto, dominante en todas las facetas del fútbol donde debe imperar esa picardía) del Atlético es reprobable cuando te enfrentas a él, cuando es tu equipo quien lo practica, impera el resultado. Desde luego que al aficionado de este deporte le resultará sin duda más divertido ver jugar a un equipo técnico antes que a un equipo táctico, lo que no significa que el fútbol táctico no tenga su belleza escondida. Se puede admirar a Aquiles por su belleza sin tener que menospreciar a Ulises por su astucia. Y si bien es típico que este dilema se resuelva mediante el odio acérrimo de los primeros sobre los segundos, ello es sólo porque los primeros son quienes imponen las normas morales convenientes: lo que molesta es la desobediencia.
 
Y es que pareciera que basta jugar mal para ganar. Pero esto implica dos errores. El primero, y el más evidente, es que es falso: la mayoría de los clubes del mundo juegan mal y pierden. El segundo, y más rebuscado, es que es falaz afirmar que un fútbol como el descrito sea jugar mal. Es jugar mal cuando, en el estilo que propones, cometes errores. Si propones un fútbol de lucha y no cometes errores (más bien habría decir “muchos errores” o “errores de peso” porque todos los equipos cometen errores en los partidos) es obvio que juegas bien. En cambio, si propones un fútbol ofensivo y cometes errores (y el Bayern, que ni siquiera estuvo especialmente brillante, cometió errores) no se puede decir que jugases bien. Esta dicotómica relación entre jugar bien = fútbol ofensivo y jugar mal = fútbol defensivo es falaz, gratuita y harto interesada a quien se puede permitir un fútbol ofensivo (estaremos de acuerdo en esto: los futbolistas de talento ofensivo cuestan más que los futbolistas de talento defensivo. Y no es por argüir el clásico victimismo del presupuesto, dado que el Atlético tiene un alto presupuesto, sino para sentar las bases de una lógica que pretende demostrar que la táctica es un recurso tan válido como otro cualquiera para ganar un partido, el cual es más óptimo a los equipos de menos presupuesto para competir contra los grandes equipos a su nivel. Y aunque el Atlético tenga un gran presupuesto comparado con el Getafe, sigue teniendo menor presupuesto que sus principales competidores en Europa, que es a quienes pretende batir). Se confunde aquí, quizá deliberadamente, como pataleta infantil ante la derrota, el que "no juegues a nada" con el "no me gusta el estilo" (generalmente si éste es defensivo. Se puede jugar de muchas formas: pero lo vital es que tú equipo sepa a qué juega. Y creo que en Europa no hay ningún equipo que sepa a qué juega mejor que el Atlético: a tocarte las narices hasta que se acabe el partido). Otra cosa a analizar sería la consistencia del epíteto feo para calificar al fútbol del conjunto de Simeone. No obstante, francamente, pensamos que esto es irrelevante: juzgar el derecho de los demás a disentir estéticamente de nosotros nos parece una tarea boba, superflua e ineficaz. Por otra parte, la habitual comparación con el fútbol de la selección española no podría sobrar más: incluso la selección que se llevó el Mundial 2010 era aburrida (no así la de la Eurocopa anterior): más que un fútbol ofensivo, era un fútbol de posesión, lo que se trasladaba a partidos lentos, sin apenas ocasiones ni goles.
 
El éxito o el fracaso de una empresa deportiva no lo dicta el estilo, como hemos dicho, sino ante todo la convicción. El estilo, después de todo, puede ser meramente intuido, o puede no haber un estilo en absoluto. Pero cuando existe convicción fanática en el estilo que practicas, es difícil no sacar el máximo rendimiento a tu plantilla; esto es obvio, dado que en el campo la incertidumbre te resta tiempo de reacción, lo que hace que llegues tarde a todas partes. Es evidente que el Atlético no tiene una plantilla a la altura de los cinco o seis grandes de Europa, pero en tanto sí tiene una plantilla convencida de su estilo, con un técnico audaz, ello hace que su rendimiento roce lo perfecto, lo que eleva al equipo a la altura de poder competir e incluso superar a clubes más poderosos. Es comprensible, como hemos advertido, que estos clubes se sientan incómodos con esta nueva competencia. ¿No se percibe, en el fondo, como una especie de clasismo?
 
Yo, esto es evidente, no sé qué pasará el día 28 (o quizá sí: la suerte nunca está de parte del Atlético, lo que hace doblemente más difícil ganarle una final a una equipo rival tan fuerte como es el club blanco) pero desde luego que puedo echar la vista atrás, que es de hecho lo único que puedo hacer, ver hasta dónde se ha llegado, comprender cómo, de qué forma se ha llegado hasta ahí, y verme obligado a admitir que se han hecho las cosas bien. Y que el Atlético no guste a sus rivales es siempre una buena noticia: significa que les estamos ganando. Lo dijo Oscar Wilde. Lo terrorífico sería que los rivales te ignoren: si estás en boca de todos es porque has logrado llegar a importarles. En definitiva, nada que reprochar, nada de lo que avergonzarse y sí mucho de lo que enorgullecerse. Quizá todo esto llegue un poco tarde: a nadie le interesan las cosas una vez todo el mundo ha opinado sobre ellas. Pero si este artículo llega tarde (o demasiado pronto, según se mire) es sólo porque nos hemos tomado la molestia de pensar un poco sobre ello, hacer notar los discursos, extraer las conclusiones y aportar algo de calma al asunto.

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